Siempre cuesta tanto dar un paso adelante... Siempre hay
esas dudas de si lo que estás a punto de hacer esta bien o mal.
Pero soy de las que lo hace sin pensar, de las que se lanzan
al abismo y no miran atrás. Aunque, he de decir, que aquellas
decisiones son quebraderos de cabeza cuando todo está en calma. Hacen
que me replantee lo que hice y que todo sea "¿Y si...?". Lo cual detesto.
A pesar de esto, esas acciones impulsivas han hecho que tenga
memorables recuerdos como cuando atrapé una ardilla coreana y la metí en casa.
Creo es una de las cosas de las que más feliz me hizo en aquel momento. Ello me
enseñó muchas cosas. Verla todos los días correteando por la habitación con algún
calcetín en la boca e intentando meterlo después en una pequeña casa, ver como
se acostaba como un gato en el borde del sofá, sentir como se subía por la
pierna cuando tenía una fresa en la mano... Son tantos recuerdos. Y a pesar de
que me destruyera infinidad de cosas, siempre me sentí feliz de verla ahí,
acostada sobra ayer sillón azul...
Muchas veces esto es lo que me da un empujoncito hacia
delante. Me hace ver que hay tantas cosas que hacer y tanto tiempo por delante.
Que no hay riesgo el cual no valga la pena. Que si algo tiene que salir mal,
saldrá mal. Porque en un mundo como el nuestro, todo sigue unas normas, las
cuales nos llegan a acorralar en ciertas circunstancias. Pero ¿y qué?
Estamos aquí para caer y levantarnos del suelo. Vivir
infinidad de momentos.
Y si los "¿y si..?" me acorralan siempre huiré
porque hay cosas que no se pueden cambiar y esas pequeñas cuestiones solo me
mantienen estática y anclada a una realidad que ya no me es propia. Una
realidad que ya no es mía.
Mila